Una verdadera cultura institucional

El mes pasado, otra denuncia acerca de que se habría bailado a un alumno de la escuela Vucetich, hizo posar el ojo sobre la cultura institucional de las policías argentinas. Qué fin persiguen dichas prácticas y qué estrategias diseñan las escuelas de policía para que los alumnos no sean fieras cebadas una vez que la calle hostil los reciba.

Por Ignacio Fittipaldi
No escribiremos aquí acerca de si el suceso denunciado por un alumno de la escuela Vucetich, ha sido real o no. Más bien nos dedicaremos a analizar la naturaleza de esas prácticas y sus interpretaciones posibles.
A menudo, o cada vez que se inicia un periodo de formación en las escuelas de policía, en toda la Argentina, asistimos a la noticia de que tradicionales bailes en las fuerzas de seguridad han vuelto ha ocurrir. Estos ritos de iniciación, interpretados por los propios cuerpos policiales bajo el eufemismo de “excesos”, tienen lugar durante los primeros días del inicio de actividades, así, ellos se transforman en una suerte de bienvenida o anticipo de lo que el curso policial será.
Curiosamente, el acceso selectivo a un proceso de formación que abriría puertas y mundos, se transforma, en vez de en una fiesta cívica, como lo es el inicio del ciclo lectivo en cada una de las escuelas de la Argentina (basta ver el regocijo que le provoca a Santo Biazati hacer el copete de esas noticias), en un hecho tormentoso, lamentable y triste entre tanto otros, conformando así las pálidas historias institucionales de las fuerzas de seguridad.
Mientras el acceso y el inicio a los procesos de formación inicial, primaria, media, superior y universitaria implican una serie de simbologías dignas de ser celebradas, sea porque marcan un hecho singular y de vital importancia en la constitución del sujeto, de su subjetividad, por lo que estar escolarizado implica, “estar en camino de…” y “hacia…” cada quien podría agregar el sentido y el significado que le venga en gana pero, de seguro implican sociabilidad y sociabilización.
Desafíos y características de la formación policial
Durante el año 2006, el Consejo de Seguridad Interior desarrolló una investigación acerca de los procesos de formación básica de las cuatro fuerzas federales –PFA, GNA, PNA y PSA- y de las policías de Formosa, Misiones, Corrientes y Chaco. De allí se pueden extraer las siguientes conclusiones acerca de sus características y desafíos futuros que de manera alucinante pueden extenderse a varias policías no incluidas en esa investigación, sin riesgo de equivocar diagnóstico y conclusiones. De manera sucinta esos rasgos pueden enumerarse en términos de:
• la presencia de una impronta militar en la formación policial, más como tradición que como efectiva formación
• el carácter juridicista de la formación teórica, en desmedro del aprendizaje de teorías y técnicas relativas a la conflictividad social
• una significativa distancia entre la formación subalterna y la formación superior
• una relativa distancia respecto del sistema formal de educación, sobre todo en la formación de los cuadros subalternos.
El sistema educativo de las fuerzas de seguridad debería asumir como desafío de la formación, la elaboración de un diseño curricular que cumpla con ciertos ítems indispensables. En este sentido resultaría importante definir el perfil profesional que la fuerza requiere. Ese proceso de definición debería ir acompañado del establecimiento de las objetivos, expectativas, asociadas a los perfiles profesionales y, por tanto, de las habilidades y actividades que son necesarias en el proceso formativo para lograr esos objetivos. ¿Qué perfil tienen hoy quienes egresan de las escuelas de policía? Es una gran incógnita
En cuanto al régimen de enseñanza, en términos generales, también cabe señalar la necesidad de evaluar en términos de perfiles formativos y capacidades institucionales requeridas:
• el carácter militar de la instrucción policial
• el carácter militar de las relaciones institucionales
• el carácter militar de las relaciones pedagógicas y el ceremonial policial.
Es decir, ¿en qué medida ese carácter de las relaciones institucionales se articula con los requerimientos pedagógicos del sistema formativo y qué función cumple en el mismo? Esta parece ser una pregunta que no encuentra respuesta más allá de la lógica de la cultura institucional.
Cuestión de contrastes
Ingresar a una escuela de policía puede implicar un recorrido inverso al que se experimenta en la escuela, dentro del sistema educativo formal. Ingresar a una institución cuya formación está orientada a formar policías no necesariamente dice algo definidamente peyorativo sobre ella. Ahora, si esos procesos de formación básica se constituyen en implantar nuevos sujetos que no sociabilizan sino con otros sujetos iguales a ellos, a la sazón, policías; si ese proceso en vez de sociabilizar, aísla; si ese proceso cierra mundos en vez de abrirlos y si para todo ello se utilizan dudosos mecanismos en los que prevalecen el respeto al autoritarismo y la obediencia a la jerarquía, si para aprobar los cursos lo que se pondera es una supuesta condición natural, la de haber nacido para Ser Policía, más que una capacidad de aprender un conjunto de saberes y técnicas para desarrollar una tarea, podríamos aseverar entonces que dicho proceso es disfuncional a los fines para lo que la función policial es requerida en tiempos de democracia.
En el último baile conocido, los sucesos habrían ocurrido en la escuela de policía Juan Vucetich, a los dos días de haberse iniciado el curso de policía 2010. Lo que se destaca con una preponderancia excitante es el testimonio de uno de los compañeros de quien radicara la denuncia. Ante la pregunta del cronista de Canal 13 o TN (no recuerdo bien a que medio 50% independiente respondía) acerca de si había sucedido o no el hecho denunciado, éste alumno de la Vucetich respondió mejor de lo que cualquier instructor de policía podría haber hecho luego de ensayar toda su vida esa situación. El muchacho quería decir que el episodio no había tenido lugar y en ese sentido creía que todo era una invención de su compañero de curso, entonces afirmó:
- “Para mí que el chico no se animó a decirle al padre que no aguantó el ritmo de la escuela.”
No haremos aquí una disquisición sobre la consonancia entre la noción de “baile”, el episodio denunciado, y la de “ritmo”, convocada por el testimonio para ilustrar que el denunciante no aguantó algo que seguramente implicaba movimiento. Cultura institucional
Lo que sí debemos analizar es la existencia de un trabajo que se realiza sobre los alumnos de las escuelas de policía y que gira al rededor de esta idea que el muchacho ha captado tan bien, a tan pocos días de su ingreso a la escuela Vucetich.
Se trata de contornear personalidades inapropiadas, inconvenientes para la función policial, moldear UN carácter específico para la tarea policial. Los cursos de formación policial tratan de demostrar que quien se postula para la función policial está preparado –o debe estarlo- para atravesar los rigores que luego experimentaran en la calle, entonces ¿para qué ahorrárselos?, echan a rodar todo un andamiaje de rigor y vértigo, les hacen sentir durante el proceso de formación básica todo lo que luego, la propia institución se encargará de propinarles, ese recorrido es de sufrimiento físico y sometimiento psíquico, solo aquél que demuestra condiciones para soportar esas interpelaciones (bailes, torturas, ingesta de alimentos de dudosa vigencia, vejaciones públicas de variado tipo) y las soporta, es quien posee esa mentada condición, intrínsecamente natural o esforzadamente obtenida, que lo constituye en Sujeto Policial.
No hay Sujeto Policial que lo sea sin atravesar ese cuerpo de dolor convertido en instrucción y semilla de rencor, resentimiento y necesidad de venganza. Los instructores policiales les recitan a sus instruidos a modo de mandamiento “Lo que no entra por la cabeza, entra por las rodillas. El problema, como ya se sabrá, no son los pibes, sino el sistema intacto que funciona así desde hace años, no en una escuela de una provincia aislada, sino en las escuelas de policía de la Argentina.
Conozco estos dispositivos porque he trabajado en ellos, buscamos alguna vez reformarlos, los he estudiado y analizado. Excepto la Policía de Seguridad Aeroportuaria que tiene mando civil y esta en proceso de reforma, la gendarmería, la federal, la prefectura y las policías provinciales en su gran mayoría, trabajan bajo estos preceptos. Y cuando uno les pregunta si existen bailes o si han sido bailados, los pibes responden que “no, bailes no hay, ¿bailes? Lo que hay son prácticas, movimientos vivos que ayudan a templar el carácter, para que cuando vayamos a la calle no sea tan duro lo que nos encontramos.”
Entonces ahí uno se da cuenta que la cultura institucional ha hecho bien su trabajo, los pibes están formateados desde la formación básica, como cuando en vez de nombrar a un cadáver como cadáver dicen occiso, en vez de sí o no , dicen afirmativo, negativo; en vez de chorro o delincuente dicen caco o mal viviente, en vez de hombre o mujer dicen femenino, masculino. Y cuando un periodista le pregunta si él cree que a su compañero lo han bailado, el pichón de policía que ya ha internalizado La Cultura Policial a través de alguien cercano que pertenece a la fuerza, responde:
- “Para mí que el chico no se animó a decirle al padre que no aguantó el ritmo de la escuela.”





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