Crónica de una expulsión

Daniel Scioli echó a Carlos Stornelli del Ministerio de Seguridad. Aquí unas impresiones personalísimas sobre los últimos momentos del ex ministro en La Plata, quien en su momento afirmó que, “(…) la búsqueda de Los Pomar fue exitosa. Los encontramos.” Muertos, olvidó decir.

Por Nacho Fittipaldi
Los vi irse. Los vi llegar e irse. Hace dos años y medio la mueca de sus rostros era de pánico. No era para menos, hacerse cargo de La Bonaerense no es cosa de todos los días, tomar las riendas de ese caballo indomado, sin un conocimiento cierto de qué responsabilidad se asume, asusta.
El ministro de seguridad se enteró por el canal de noticias TN que ya era ex ministro. Cuando Daniel Scioli lo llamó a su celular, Stornelli miraba con fijeza la pantalla del televisor, en su otrora, cómodo despacho, se enteraba de este modo, quién era su sucesor. Sintió que lo habían puenteado, pensó en no atender. Ya no tenía jefes. Al rato se lo pudo ver caminando las inmediaciones del ministerio, por el perímetro de la calle 51, dobló lento y fatigoso por calle 3 hacia la rambla de 53.
Se detuvo a observar los tilos de esa bella zona de la ciudad de La Plata, se acomodó la corbata, siempre desalineado como andaba, escupió bronca y buscando explicaciones en el cielo roto, en la veredas agrietadas, decidió retornar al edifico central, los llamados arreciaban. Ingresó en soledad, volvió sin convicciones, hurgó en las oficinas solitarias de sus amigos, alcoholizados de tanto beber a escondidas, vacías de personas, de cuadros políticos, repleta sí, de fotos policiales enmarcadas en prolija madera, pobre de ideas, contó su verdad indignado. Hubo un rato de silencio, murmullos, gritos y la voluntad de la negación. Sin embargo se oían risas dentro de los despachos. ¿De qué o de quién se reirían?
El caso Pomar, los tres asesinatos consecutivos en una fatídica semana de diciembre de 2009: La Catequista, La Bioquímica, La Maestra; la desaparición en un destacamento policial de Luciano Arruga, el triple crimen de General Rodríguez, la imposibilidad de recorrer la ruta de la efedrina sin la anuencia de la cúpula policial, la reciente investigación de la revista Noticias acerca del sistemático procedimiento de recaudación ilegal de la policía bonaerense, los rumores y denuncias de tortura en la escuela Juan Vucetich, dejaron al desnudo la complejidad de la materia.
Ahora se van. Se están yendo y dan punto final a esa embestida famélica que implicó la avalancha del poder judicial federal sobre el ámbito del poder ejecutivo provincia sin que se dieran cuenta cabal, qué implicaba cada ámbito. En sus ojos la verdad.
Los pude ver sorprendidos por la decisión del gobernador, no comprendían cómo podían echarlos así, sin causa aparente pero con tanta evidencia. Se iba Stornelli y ni su mueca de tristeza y perplejidad salva la tragedia política a la que nos han arrojado, él y compañía.
Se fueron, los vi y no da para alegrarse.

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