24 ene 2018

Dialogo en un vestuario de hombres IV

Por Nacho Fittipaldi 


El alemán mide 1,90, es flaco como una espiga y todo su cuerpo es blanco y disciplinado. Es un alemán en todo, excepto porque no toma alcohol. Una rareza. Hace años que vive en Argentina y nada en Poseidón o como dice él "Poséidon", acentuando la <<e>>. Su español es claro pero ante determinadas situaciones no alcanza para comprenderlo, es decir  también es confuso, solo por momentos, conjuga mal algunos verbos pero se hace entender. Más de lo que yo podría en Alemania. Si yo viviera en Alemania tomaría mucha cerveza. El alemán nada como una bestia. No conoce otro ritmo que ir fuertísimo. Y ríe. El alemán ríe mucho. A veces no comprende el español, o sea, si hablas con él mano a mano sí, pero en una reunión de muchos algunas cosas se le escapan.
Este diálogo se da en el vestuario de Poséidon luego del entrenamiento de hoy. Yo estoy afeitándome con una maquinita sin filo la prominente barba de las vacaciones, estoy frente al espejo viendo a través de él y escuchando la conversación entre el alemán y un sujeto  al cual no nombraré por decoro. Este sujeto al que llamaré Alexis es un típico argentino promedio, o al menos un argentino de los que hay muchos: Engreído, desubicado, xenófobo, charlatán, etc. En las duchas se escucha el agua correr, Emi esta allí y se perderá lo que narro a continuación.
El alemán está comiendo banana, de pie le saca una cabeza y media a Alexis que debe medir 1, 75. Cuando Hayo termina la banana, así se llama, arroja la cascara al tacho de basura, inmediatamente y como si él hubiera tirado un palo verde, Alexis mete su cabeza dentro del tacho mientras dice, “¡No la tires! -como si fuera un delito penal- Tengo cobayos”.
-         -  Perdón –dice el alemán con acento extranjero-.
-       - Que tengo cobayos…
-     - ¿Caballos tienes tú? –confieso que yo también oí caballos por lo tanto muestro mi sorpresa al imaginar un caballo comiendo cascara de banana, pero viniendo de Alexis no es raro oír cosas raras-.
-      - Noooo alemán, cobayos.
-    -  No entiendo, ¿que son coballos? –el alemán mezcla las dos palabras, caballo y cobayos, habla lento y pausado, siempre, como si bajara recién del avión, Alexis arremete-.
-       -  Cobayos, alemán, chanchitos de las indias –dice Alexis haciendo con sus manos el gesto del tamaño característicos de esos inmundos roedores. Desde el espejo se ve todo tan absurdo que ruego para que alguien más esté presenciando esto. Giro para comprobarlo. Nadie. El alemán y Alexis están frente a frente, ninguno de los dos logra hacerse entender ni comprender-.
-       -  ¿Chanchitos de las indias? –dice el alemán más confundido aún-.
-        -  Sí, alemán. No sabes lo que es un chanchito de la india? –Alexis eleva el tono de voz como cada vez que alguien habla con otra persona de lengua diferente y no logra hacerse entender-.
-        -  No –el alemán es más bueno que un cobayo-.
-        -  Chanchito de la india, cobayo, Guinea Pig, alemán!!!! Es como un conejo pero no es un conejo, que se yo.
-  -  ¿Que dices? –el alemán está totalmente desorientado y en su rostro hay sorpresa y un dejo de frustración, le han nombrado una misma cosa con tres nombres diferentes y no entiende. Largo la carcajada. El alemán me mira como buscando ayuda-.
-  -   Guinea pig alemán, guinea pig!!! –Alexis continúa con sus manos abiertas marcando el tamaño del cobayochanchitodelaindiaguineapig-.
-    -    No comprendo
-     -  Bue no importa, me la llevo
     El dialogo se corta abruptamente, la cultura, los idiomas, los gestos, a veces no alcanzan a nombrar lo concreto.
      El alemán se aproxima, se pone junto a mí, mira mi rostro en el espejo y pregunta.
-      -   ¿Como se llama él?
-         - Alexis- respondo yo, aún tentado-.
-    - El Alexis –dice Emi que sale de la ducha. Otra vez el alemán se pierde el chiste. Desconoce esa habitualidad de poner el articulo “el” o  “la” delante de nombres: El Sergio, La Norma, El Facundo, El Alexis. Largo la carcajada, escupo espuma de afeitar, Emi y yo reímos, el alemán mira sin comprender, sonríe. El alemán pregunta-.
-     -   ¿Habla un poco mucho, no? –para sus cánones esto que acaba de afirmar en forma de pregunta es una licencia que se ha tomado, tal vez incómodo por la situación con El Alexis-
-     - Así parece, no le des bola.
    El alemán se va mientras se pasa su protector solar 50, es blanco como la sal procesada, como cada día de su vida en los que lidia con vicisitudes así de desconcertantes, independiente de la estación del año y de la potencia del sol, el alemán está siempre con protector solar, protegido, solo del sol.      

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