30 dic 2011

Crónicas desde África

Por Bruno Carpinetti, desde Guinea Ecuatorial.

PERON EL AFRICANO
África transpira. África te roza, te frota, te empuja, te toca. África
huele, huele fuerte. África es ruidosa, grita, jadea. África es caliente,
muy caliente. Y acá estoy, inmerso en la barbarie del continente negro, tan
peronista como cualquier distrito del conurbano bonaerense. África es
peronista y nadie le avisó. Peronismo silvestre, hasta que alguien pinte un
Perón negro, de elegante uniforme prusiano, montado en su caballo pinto y
comprendan. Entonces, desde Ebebiyin hasta Baney, desde Mongomo hasta
Basacato, se recupere la esperanza y se multipliquen los altares de ese que
vendrá a salvarlos, como nos salvó a nosotros de eso que llaman
civilización.
PERSEVERANCIAS
Cooperantes, expatriados, extranjeros. Franceses que organizan espectáculos de hip-hop africano. Gringos que quieren salvar a los monos amenazados de extinción mientras saquean el petróleo. Españoles preocupados por enseñar a los Bubis la lengua de Cervantes. Egipcios que construyen casas y carreteras. Libaneses que regentean bares y restaurantes. Chinos que trabajan para suministrar agua y electricidad a Malabo. Y mientras tanto, Fang, Bubis, Ndowes, Combes, Bayeles, es decir, los Guineanos, preguntándose en qué momento y rincón de esta Nueva Babilonia se les extravió el presente.
Capitulo aparte los internacionalistas cubanos. Curan, enseñan, construyen, y sobretodo perseveran. Contra las miles de razones que a todos los demás les hace maldecir a los guineanos y a este endemoniado pedazo del mundo, los cubanos perseveran. Y beben y bailan.

PISAR EL BASURAL
El Harmatan es como el Zonda, viento del norte. Sólo que acá, a unos pocos cientos de kilómetros al Norte, está el Sahara. El Harmatan enceguece. Trae arena, nubla la vista. Y calienta. Calienta.
Ayer, fui a un poblado Fang al pie del Pico Basile. Tome cerveza en el barsucho mientras dos viejos jugaban Akong. Hable con los cazadores. Quise comprar ratas de bosque. No había. Las guardan para vender en vísperas de navidad. Maldito Papa Noel que atenta contra mi exotismo gastronómico.
Me acerque a una chica embarazada que jugaba en el umbral de una casa. Le pregunte para cuando esperaba. No entendió.
-       Que para cuando va a nacer el niño -me mira-.
-       Ahhh... el niño...es que no sé.

Hoy a las seis de la mañana, me levante y enfile para el barrio Los Ángeles de Malabo y me encuentro con un estudiante al que estoy ayudando con su tesis. Fernando Esono Ndongo. Cruzamos todo Campo Yaunde, el Villa Fiorito de la isla, para ir al mercado de Semu. Los primeros metros camino tenso y nervioso. Pero Fernando saluda en Fang a todo el mundo y yo detrás de el repitiendo <<Ambolo, ambolo>>. Un borracho desde la puerta de su casa me grita <<¡¡eyyy, blanco!!>>. Me doy vuelta levantando la mano. <<Ambolo>> me dice. No lo había saludado. Caminamos media hora pisando basura, atravesando sórdidos pasillos y cruzando arroyos pestilentes. Llegamos al mercado. Caminamos unos minutos entre miles de coloridos puestos con inidentificables mercancías y llegamos adonde las "Mamas" venden los animales del monte. Apenas nos ven llegar descargan una catarata de lo que, por el tono y los gestos, deduzco son puteadas. Fernando en Fang les dice algo, rápidamente y en tono de aclaración, entiendo que explica que sólo queremos comprar carne. Se calman, me sonríen y me muestran los cadáveres de monos, antílopes, pangolines y puercoespines. Les digo que quiero comprar ratas. Me enseñan algunas decenas y yo elijo las más frescas.


Es decir, las que no están hinchadas ni tienen gusanos, y pregunto el precio. Siete mil francos cefas. Precio de blanco. O de Navidad. Habitualmente valdrían unos 4 o 5 mil cefas. Las llevo igual. Todos contentos. Los guineanos llaman a las ratas "Ground beef". Algo así como carne del suelo, en Pidgin. O en ingles. Mientras volvemos pienso en cómo las voy a cocinar. Me rio como un tonto pensando que por fin voy a comer un autentico "Rata Tuil".

28 dic 2011

Brazos extendidos para abrazarte mejor


Por Nacho Fittipaldi
Yo fui a una escuela que tenia por nombre San Francisco de Asís. Era de orientación católica y allí, a mis hermanos y a mí, nos enseñaron desde los 4 a los 18 años que Dios era bueno y hacía el bien. Cuando repetí sexto grado comprendí la vida de una manera cruda. No alcanzaba con ser bueno, había que estudiar. Pero de él seguían dependiendo la vida y la muerte. Con la locura de mi hermano Andrés, la traumática muerte de mi abuela Lucy y otras tragedias, comprendí que todo aquello era muy relativo, tanto más de lo que mi corazón podía tolerar. Con la muerte de Néstor creí que la suerte de un país estaba en juego, y, aun cuando me equivocaba, todo aquello seguía dependiendo de Dios. La incomprensión me poseyó, y lloré tanto.
Las hienas urbanas pululan no sólo en las redacciones de diarios, están por ahí riendo y comentando por lo bajo el Cáncer de Cristina. Se animan a festejar. Se esconden de las luces de las sirenas de los patrulleros que se propagan sobre los mármoles de los edificios públicos. A mí todo esto me da sinsabor, me sabe a injusticia y más que nada mucha incomprensión. También tengo miedo. Miedo de que esta instancia de la vida nos arroje un muerto más. Miedo de que perdamos. Miedo a la endeblez del proceso. Entonces tiemblo y los ojos se me achinan e inundan, rojísimos, como cuando Néstor se fue, de lágrimas.    
Yo me pregunto hasta cuando podrás aguantar Cristina, y me gustaría preguntártelo cara a cara, mientras te miro a los ojos. Imagino que tu mirada sería algo esquiva al principio, buscarías un punto fijo en el piso de tu despacho y en decimas de segundos te restablecerías y enseguida me dirías <<Quedate tranquilo que yo estoy bien, Ignacio>>. (No imagino la palabra Nacho saliendo de tus labios) Yo no te creería nada pero también sabría que no sería sensato que justamente yo te presione. Pienso que inexplicablemente te quiero, siento eso, que te quiero y además me emocionas irremediablemente. Yo quiero ser tu hijo para abrazarte con mis súper brazos, acunarte diez segunditos en ese espacio que se forma entre mi pecho y mi hombro y decirte al oído: ¡¡Fuerza mamá!! Después ingresaría Oscar Parrilli, y vos seguíras con tus obligaciones como si tal cosa.

21 dic 2011

Imagenes

 
Por Nacho Fittipaldi
Tengo guardadas algunas escenas de la noche pasada, caras tuyas que me rondan. Tu demora en llegar, mis nervios, luego risas, comentarios cortos, la confianza que se instala tan de pronto, momentos ínfimos que se me van yendo como miguitas de pan entre los dedos. Ella lo encantó con sus enamorantes formas de ser; un mirar fijo, conversar con los rostros uno muy cerca del otro, manera particular de poner distancia para que acercarse no fuera tan riesgoso. Sin saber bien dónde ponerse, ni qué decir, él disfrutaba mirándola. Como decía Héctor Tizón,  <<La vida no se mide en años, sino en asombros>>, él confesaba que se sentía más añoso hoy por el asombro que le había causado conocerla. En principio por su belleza y su singularidad, por su rostro brillante, tu acento al hablar –le dijo-, el ruido de las otras mesas aledañas como aludes de gentes desbarrancando a nuestro lado y vos ahí y tu precipitación en el habla, tus dientes y sobre todo un aire de mujer. Asombro también por esa asertiva y sensata honestidad, la manera en la que te abriste y me confesaste cosas profundas de tu vida y tu familia. Tu padre y vos. Él le agradecía sinceramente ese gesto y ella creía que él continuaba con su forma curvilínea de conquistarla, entonces ella reía brutalmente, echaba la cabeza hacia atrás con la boca abierta, él aprovechaba para mirar el anguloso triangulo de sus mandíbulas y el filo de su mentón, <<Es preciosa>> -pensó, ya en peligro- y aun no se había detenido en sus ojos; él trataba de darle aire de juez a las palabras que caían de su boca, boca que se desgajaba por besarla, cosa que no haría en toda la noche. No es frecuente esa manera de estar con el otro, y eso por alguna razón, lo ubicaba en un buen lugar; también por tu labio mordiendo el mío, leve pero endiabladamente. Después ella se va con decisión, y él sólo ve su espalda, a él le quedan mil palabras por decir, ella se cierra como esas puertas de casa quinta que la brisa entorna y va en busca de un colectivo. Asombro por ese, <<También podes abrazarme, si queres>>, que ella largó mientras confesaba que tenía frío, él deseando que se hundan  todos los micros del mundo y que los taxis explotaran por los cielos de los buenos aires; sus brazos toman la delgada cintura, fina como junco de monte, y ella va transformándose súbitamente en esa Ana María de Dalí sobre la ventana. Luego el leve calorcito de su cuerpo, el viento moviéndole el pelo en la esquina de Avenida del Libertador y Montevideo, serán imágenes inolvidables –él cree que no habrá olvido-, y muy perplejo ante toda ella, sintiéndose un muchacho inseguro, ella se va yendo y él la deja ir. Sólo eso quería decirle…ahora que hay distancia y que por la ventana se huelen las primeras madres selvas en flor y el canto pendular de los grillos se hace oír entre sus ojos que la buscan. 

30 nov 2011

El egreso de Luisina

Por Nacho Fittipaldi

Yo no sé qué será, pero esa nena que hasta hace unos meses era para mí sólo eso, una nena adorable a la que adoro, se convirtió en una mujercita. Luchi llegó hace 11 años cuando no había sobrinos en la familia. Cuando había pocos nietos en la familia grande, sólo Augusto y paradójicamente, cuando mi abuela se había ido algunos meses antes. Ahora que las palabras caen como granizo del cielo, urgente y humedecido, pienso que todo ha sucedido a una velocidad inexorable sobre la que poco puedo decir. Así de grande estamos. Luisina es flaquísima, para mí es alta pero hoy comprobé que no, la mujer que estaba junto a ella logró desconcertarme cuando descubrí que no era su maestra, como yo creía, era su compañera. Entonces Luchi es delgada, finita como un cardo, con el pelo tan lacio que dentro de poco será un problema cuando quiera darle volumen, hacerse un peinado. Lu habla y se envuelve las manos como si algo de lo que dice no pudiera salir de entre sus palmas. Luisina va a sus malones, habla cada vez menos pero resulta que entre sus compañeritas de gimnasia artística es de las que más quilombo hace. Así cada vez que vuelve de viaje cuenta cosas desopilantes que muchas veces la tienen a ella como mentora de algunas maldades. Curiosamente logro disfrutar también de sus silencios y disfruto de descubrirla riéndose de las cosas que los grandes nos decimos. En ese momento de la vida está ella, no es adolescente, no tan grande como para estar con nosotros, pero es muy grande como para jugar todo el tiempo con su hermana Mora, sus otros hermanos y primos menores. Deambula con su cabeza pensativa, se cuelga de los árboles con una agilidad y de vez en vez larga la carcajada; uno cae en la cuenta de que ella escucha todo lo que se conversa y por lo tanto hay que tener cuidado con las cosas que se dicen delante suyo. Luisina es bonita y cuando se ríe tiene cara de suricata.

Hoy terminó la primaria y para mí fue mas movilizador de lo que esperaba. Desde ayer andaba con la idea de estar junto a ella en ese momento, acompañarla y hacerle saber, en algún sentido, lo mucho que la quiero. ¿Es difícil decirle eso a un niño y que lo entienda? No lo sé. La cuestión es que yo no podía por compromisos laborales. Estar en el acto a  las diez de las mañana sería para mí muy complicado. Mortificado por eso busqué la manera de poder estar y, no sin esfuerzos, lo logré.

A diferencia de ayer, la mañana fue helada hoy. En el salón donde estaban todo los chicos de la escuela reunidos, Luchi aparecía sentada sobre un banco, la espalda apoyada contra la pared, las piernas colgando; el pelo largo peinado con raya al medio, con  poca gracia pero clásico, las manos por debajo de sus muslos, como hamacándose  sobre el banco. Lu con esa cara de no estar allí ni en ningún otro lado, canturreaba de a ratos las canciones mas variadas. Repentinamente me pregunté qué me ata a ella, en ese momento en el que aún ella no sabía que yo estoy allí me pregunté, qué nos une, qué compartimos, cuanto de “nuestro” tiene el vínculo que sostenemos. Pensé en si cuando fuéramos grandes, ella a mi edad y yo con la de mis tíos, mantendríamos este tipo de vínculo o, si asumiría la forma del vínculo que yo tengo con mis tíos hoy, como un hielo a la intemperie. Me detuve un instante a reflexionar acerca de si nosotros no estaremos desarrollando un tipo de relación sustancialmente distinta a la que tuvimos cuando éramos pequeños, me alegré creyendo que sí, sobre todo me entusiasmó la idea de poder seguir asistiendo de cerca a su crecimiento y maduración como mujer, poder estar cerca suyo el día que me necesite, poder compartir con ella lo que hoy tratamos que descubra: el cine, la música, la literatura, el amor por los afectos y la cercanía del que quiere. Creo que mis hermanos y mis primos, tenemos otro tipo de relación con nuestros sobrinos, ellos con sus hijos, y yo con los míos cuando lleguen. Esa idea me gustó y descubrí que Luchi nos abrió una ventana a un mundo y un camino que siendo invitados a recorrerlo, muchos de nosotros decidimos afrontar, sin experiencia alguna. Entonces un poco las lagrimas me tomaron porque también pensé en cómo sería el vínculo de mis hermanos con mis hijos, y vi un chiquito rubio y cabezón y me hizo acordar a mi cuando yo era niño, giré la cabeza y vi a mi papá, pensé que ya está muy grande. El bostezo me indicó que el sueño me estaba tomando por completo y caí en la cuenta que para estar allí yo había tenido que corregir los parciales durante toda la noche para poder sacarme de encima la responsabilidad de entregar las notas en la mañana siguiente. Me di cuenta que ese esfuerzo era un lindo esfuerzo, que Lucha estaba grande, que entre sus compañeras parece más chica de lo que uno visualiza, vi que estaba linda, contenta, y yo tuve ganas de abrazarla y que se diera cuenta de que la quería abrazar, con todo el amor del mundo.

18 nov 2011

El militante equivocado

Por Nacho Fittipaldi



Julián era un tipo de convicciones democráticas y en este momento de fulgor y de juventudes decidió aportar lo suyo a alguna orga que le redituara políticamente. Juli tenía cierta trayectoria (según los ojos de su familia) en el ámbito estudiantil, había militado en una agrupación de la Escuela 17 de Moreno y en cierto año ayudó a tomar la fotocopiadora de la escuela. En esa revuelta, habían negociado la prolongación del segundo recreo de la mañana que era el objetivo más alto de la toma y que ni el más optimista de ellos creía poder conseguir nunca. Pero eso había quedado lejos en el tiempo.

Ahora la cosa era distinta, Julián estaba en segundo año de la carrera de Física y estaba convencido de que tenía mucho para dar. Había corrido agua bajo el puente, se había cagado a piñas varias veces (y lo habían cagado a piñas muchas más) tenía la inmensa e irrevocable sensación de que estaba de regreso aquella práctica que su padre le había enseñado cuando juntos salían a hacer pintadas con los militantes de la Junta Coordinadora Nacional.  

Por esas cosas de la vida, azar o puro destino, Julián se encontró comiendo un asado en donde habían coincidido un montón de militantes, referentes de distintas agrupaciones políticas, algunas identificadas con la juventud Kirchnerista más fiel y otras más anárquicas, menos orgánicas. Entre las cuales había algunas violentas. Entre chorizos, vacío y asado la noche fue transcurriendo mientras el vino, la cerveza y el fernet iban corriendo a una velocidad inversa a la inmóvil permanencia de una botella de agua mineral Villa del Sur que descansaba sobre la punta del tablón, como pidiendo permiso para regresar a la heladera. En medio del barullo general, ese tono de voz colectivo que se va creando, elevando por sí mismo, que se genera cuando veintidós personas hablan a la vez, de golpe un chabón golpeó el vaso con el tenedor y los otros invitados que estaban a su lado, se sumaron al pedido de silencio generalizado. Sólo cuando el silencio llegó, quedó claro que el Conejo era el que cortaba el queso en esa parada. Silencio que anunciaba la incursión discursiva del Conejo, quien de remera negra, estampada la cara de Néstor en ella, y con un tono que indicaba que era él quien tenía data de adentro, asumió que la cosa venía de debate y medio de punta. Sobre el filo de su intervención, sentenció:

-       Acá el tema es que si los compañeros del sindicato no dejan de tirar piedras y de  bardear al pedo, se va a podrir todo, ¿´ta claro?

Julián estaba de acuerdo con todo lo que el Conejo había dicho, o la vehemencia con la que lo hacía. No llegaba a comprender del todo lo que el Conejo decía pero ún así le gustaba, <<Este tipo me gusta>>, pensó. Tampoco llegaba a comprender cómo había llegado él a esa suerte de plenario lumpen. Con la misma sorpresa que el Conejo había hecho su primera incursión, otro miembro de la mesa lo cortó en seco. El Conejo fijó su mirada unos segundos en un punto perdido de la pared humedecida, dejando claro que lo incomodaba este tipo de apresuramientos. Sin embargo no continuó con su intervención, y dio la palabra. Lo que decía este otro pibe al que apodaban el Geta, también le pareció razonable y Julián se sintió medio confundido y falto de argumentos para debatir. Pese a ello necesitaba hablar. Todo lo que el Geta decía venía en sentido contrario a lo que el Conejo terminaba de argüir. Sosteniendo para argumentar en sentido contrario, el Geta culminó su intervención diciendo:

-       Conejo, los compañeros del sindicato tienen razón, están laburando mal, en condiciones inhumanas mientras la presi se llena la boca hablando de los trabajadores. Y ojo que acá también están metidos los tercerizados que también son compañeros aunque no jueguen con nosotros, todos somos trabajadores. No nos arrebatemos Conejo, aguantemos a ver qué hacen y si se van de boca, o se zarpan con alguna, ahí los embocamos pero yo tengo que guardarle fidelidad al Boca. Si el Boca se entera de que nosotros lo queremos limar, acá va a correr sangre, aunque seamos compañeros loco.

 Julián notó enseguida la tensión que sobrevolaba entre los militantes, justo en la última porción de carne que se pudo comer con la calma con la que se había iniciado aquella noche que algo encerraba de mito y conclave. Repentinamente Julián sintió que todo el fernet que había bebido desde hora temprana se reunía en un sólo recipiente cilíndrico y profundo. Sintió que lo bebía de un sólo sorbo mientras el mareo ya lo poseía. Entonces tomó una decisión. Sujetó el vaso lleno de fernet hasta el borde, mientras el recuerdo de su padre lo invadía de una manera inevitable, lo elevó mientras se ponía de pie  al tiempo que la espuma del fernet comenzaba a chorrearsele por el antebrazo, y en pocos segundos incurrió en una equivocación de costosas consecuencias, mientras gritaba a viva voz:

-       ¡Aguante Marcelo Stubrin!

Inmediatamente el Conejo lo miró fijo a los ojos, mientras el <<Uhhh>> generalizado de los otros compañeros inundó la noche del patio como una sudestada del desorden que estaba por venir. El Conejo indicó a su ladero que se pusiera de pie, mientras no dejaba de mirar a Julián que ya reconocía en su piel el error cometido.

-       Nene, no sé quién fue el boludo que te trajo pero sí tengo una idea de cómo te vas a ir. Tenés cinco minutos mientras te voy largando el perro -el Pit Bull estaba de pie, sujetado por una cadena corta, anudada en la mano izquierda del Penca que parecía de mal humor-. Vos decidís –agregó- si queres correr y contar lo pluralista que es la JP, o morir lleno de convicciones.










28 oct 2011

Diálogo en un vestuario de hombres I

Por Nacho Fittipaldi

La escena que se recrea sucede en el vestuario de una pileta de natación. Todos los lunes, miércoles y viernes, luego de nadar me cruzo con algunos personajes que con los que solo comparto el vestuario y esas conversaciones intrascendentes entre personas que sólo se relacionan en un lugar de paso. Hace varios años que van a la escuelita pero poco han incorporado de técnica y estado físico, sus cuerpos parecen haber adquirido una redondez que ya no abandonarán. Los susodichos se llaman Fernando y Fabio y este tipo de conversaciones se reitera una y otra vez, como si entre ellos se reencontraran luego de once años sin saber nada uno del otro, pese a que se ven tres veces por semana desde hace años, las conversaciones se reiteran día tras día:
-          Che Fabio estas flaco, eh. –dice Fernando mientras se saca los restos de shampoo de las orejas, está en pelotas, tiene un pene diminuto, es un morochazo, y la cabeza está cubierta por un cabello duro, parece peruano pero trabaja en ARBA-.
-          Y sí Fer, me estoy cuidando.
-          ¿Cuánto estas pesando Fabio? –el tono es como si Fabio estuviera pesando 25 kg-.
-           Y ahora debo estar en 93 kilos. –Fabio está de pie, su aspecto es como el de un lavarropas, hace un esfuerzo sideral para secarse ese espacio del cuerpo que va de las rodillas a los tobillos, su panza es considerablemente robusta y esta hinchado como un muerto al sol-.
-          ¿Y cuanto pesabas antes de la dieta?
-          Y… calculo que 96.
-          Ah, no era tanto.
-          Y no, lo que pasa Fer es que a mí me caga la altura viste, yo no soy un tipo alto.
-          Y, no. ¿Cuánto medís Fabio? –el que pregunta medirá 1, 68 pero ante Fabio, cualquiera se siente José Meolans-.
-          Y… yo mido 1, 65, soy más bien bajo. –Fabio juega a una humildad rayana con la insania-.
-          Claro te caga eso. Vos sabes que hoy antes de entrar a la pileta le digo a la piba que atiende el gimnasio, ¿la ubicas?
-          Sí la pendejita esa con cara de albañil y culo de patinadora.
-          Sí esa, le digo: <<Viste qué flaco está Fabio, se enganchó una pendeja y está loco, dice que si no adelgaza la pendeja lo va a dejar>>. Sabes que se lo creyó boludo, se lo creyó, no sabes la cara que puso la pibita –ambos ríen a carcajadas-.
-          Y lo que pasa es que la minas son muy chusmas boludo, les decís cualquier cosa y se lo creen pero porque están pensando en que se lo van a contar a medio mundo.
-          ¿Che y que estas comiendo, qué dieta haces?
-          Me cago de hambre Fer. Le aflojé al tinto, al pan…
-          El pan negro es jodido Fabio, la gente cree que es bueno pero cuando lo hacen lo mezclan con harina común, te comes cuatro panes y te mata. Hay que comer pan integral…
-          Ah, no sabía eso che.
-          Sí, es así. Lo que pasa es que hay mucha desinformación viste.
-          Igual yo no como nada de pan. También saqué la cerveza, las papitas, como carne y ensalada…
-          El tema de la cerveza ¿sabes cual es Fabio?: El verano –se auto responde-. En verano cuando volvés de trabajar te tomas una cervecita y es lo mejor, es riquísima. –ahora Fernando se pone un calzoncillo de los que yo creía no existían mas, esos slip de tela con elástico que traen toalla en la parte del pito; a juzgar por el aspecto, ese calzón debe tener veinte años-.
-          Sí pero te hincha todo Fer, yo me doy cuenta ahora eh. Antes era otra cosa, pero ahora el cuerpo te pasa factura.
-          ¿Cuántos años tenes Fabio, 50 más o menos?
-          Noooo, para hijo de puta, tengo 42.
-          ¿42? ¿Pero qué te comiste una fábrica de harina leudante boludo?
-          Sí. Me faltan 8 para los 50.
-          ¡Estas hecho mierda boludo! Te tenes que cuidar Fabio... –el tono es de paternal preocupación-.
-          Y por qué te pensas que me estoy cuidando -Fabio hace un silencio, mira el piso, se pasa la toalla por entre los dedos de sus pies, está sentado en un banco de cemento después de haberse duchado-. Lo que pasa es que yo tuve una vida muy ajetreada Fernando…
-          ¿Por qué, qué te pasó? –en el vestuario se hace un largo silencio y por unos segundos Fernando tiene la impresión de que ha metido la pata-.
-          …fui barman toda mi vida –agrega Fabio despuntando una risa que rápidamente es llanto, ambos se miran con complicidad y ríen.
-          Qué hijo de puta que sos Fabio, pensé que te cagaban a palos, o que te habían violado o que habías vivido en una villa…
-          Ja ja ja.
-          Laburabas en un cabarute hijo de puta, qué zarpado, ¡grande Fabio!
-          Che bueno, chau Fer, nos vemos el lunes.
-          Chau, chau, estas hecho un pendejo Fabio eh, este verano matas.

Conversaciones así, cada vez que se ven, y los disfruto en silencioso anonimato.

14 oct 2011

Reapariciones

Mañana 20.30 Hs y después de un inmerecido olvido, Los Pomar hacen su reaparición luego de dos años de ostracismo. Y lo harán con un número teatral a todo culo.
El pequeño Tomy mete los dedos en la casita de un sapo, un agujero perdido en el campo, juega con la tierra, se babea un poquito y los mocos le cuelgan como puentes pasantes. La weekend Duna roja derrapa, corta pasto de lo lindo, como el mejor tractor. Los chiquitos no lloran aún, creen que es Rúcula. De tanto habitar la ciudad de Bs.As, Tomy no distingue una vaca de un caballo y cuando ve un limonero repleto de limones cree que está en ArteBA, o en una feria de decoración, que todo eso es escenografía pura. Un día tocó una naranja que pendía de la rama y al caer por su madurez intentó colocarla de vuelta en la rama como si fuera un juego de rasti. Tomy se lleva la mano a la nariz, saca de allí una sustancia entre acuosa y mohosa, verde espinaca, se estira y después se la lleva a la boca, mientras tanto el padre da tumbos en la ruta. Ambos se defienden diciendo que lo han aprendido en un programa conducido por Panam y Cocho López. En verdad la madre sabe que se los enseñó Ailen, la señorita del jardín. Ailen está fuerte como un pino y es tan boluda como un Yo-yo. La secundaria la terminó a los tropiezos y el magisterio lo hizo ciertamente rápido, dicen que a fuerza de petes. Pete al profesor, pete al director del instituto, pete al inspector y petes a los bomberos voluntarios de la zona. Usando la belleza como herramienta de la inteligencia, Ailen es hoy Directora General de Asuntos Infantiles en el ministerio provincial, tiene doble cargo y esta aferradísima al estatuto del docente.
Los Pomar han sido contratados por la Agencia Nacional de Seguridad Vial para concientizar a la población de que está mal abusar de los hijos pero mucho peor que eso es tomar una curva cerrada sin las precauciones del caso. El flaco Randazzo salta de alegría y dice que es un golazo, que la repegaron con esta idea y que en el próximo Operativo Sol serán furor.  Tomy fue contratado en el Golf Club de San Isidro para hacer hoyos con los dedos, es muy artesanal y da muy cool verlo arrodillado destrozando la tierra.

5 sept 2011

La felicidad es una esquina en Purmamarca

Por Nacho Fittipaldi
La felicidad es un estado breve que va y viene y que puede irse sin volver. Nosotros nos fuimos a Purmamarca para recrear aquello que ya habíamos experimentado en 2009 y 2010. Es que hay lugares donde uno es más uno que antes y La Quebrada de Humahuaca para nosotros tiene un ritmo, un color, una dinámica del tiempo en la que tan a gusto nos sentimos. Será que el tiempo efectivamente trascurre allí de otro modo porque al bajar del micro ya se veía esa plaza con los puestos de venta de artesanías y eso esta así desde que fui por primera vez con Nenino y Cristina en 1995. Claro, aún no había sido declarada Patrimonio de la Humanidad. Ahí estalló el negocio del turismo. Ello dio paso a una actividad económica que permite el gran negocio de las familias pudientes de Salta y Jujuy que invierten en hosterías majestuosas; pero también el movimiento chiquito, y no tanto, de todos estos puestos que, perimetreando la Plaza Iglesia, sostienen a varias familias con la venta de algo que ya no responde al rango de  ´artesanía´. Consecuencia de todo esto ha llegado hasta Purmamarca un sujeto de curiosísimo aspecto, es un muchacho de unos 30 años de edad, 1, 75 de altura, dientes blancos como talco, musculosa negra Adidas, jeans azul y zapatillas deportivas; sonriente todo el tiempo, su contorno de ojos es rojizo como si hubiera nadado sin antiparras en una pileta con exceso de Lavandina, habla un castellano que nada tiene que envidiarle al que hablan los Coyas. Este pibe es la atracción y la rareza más extraña de la Purmamarca actual. Es que Said es tan negro que su negrura es casi noche, y aun de día, cuando se mueve en las sombras de las casas es difícil identificarlo con nitidez. Aunque parezca exagerado es tal cual lo cuento, Said se mueve en el día como un lobo en la noche pese a ser hijo de ella.
-      Pase, pase sin compromiso amigo –dice Said. Luego de un rato de mirar artesanías en el negocio que es de su novia jujeña, le preguntamos lo obvio. O sea, yo no soy del Equipo Argentino de Antropología Forense pero estaba seguro que este tipo no había nacido en La Quiaca. Nos rendimos ante la evidencia antropológica de no pertenecer a la fisonomía media Coya y le preguntamos de dónde era. Inmediatamente pensé en la cantidad de veces que le deben haber hecho esa pregunta.
-      Yo soy de Tanzania, en el centro de África, ¿conoce Kenia?, bueno al lado.
-      Ah, y por qué te viniste para la Argentina.
-      Bueno allá hay leones, muchos leones y poco trabajo. 
Said en las sombras
     Said habla como si los leones le sacaran el trabajo a la gente, él señala esas dos cuestiones del por qué de su venida a la Argentina y nosotros nos quedamos con eso. Luego nos cuenta que es “Musulmano”, que no bebe alcohol, que tiene la espalda rota de haber trabajado en la albañilería de su país. En Purmamarca Said pareciera haber encontrado dos cosas que en su país escasean: trabajo relajado y nada de leones.
Por la noche salimos a comer algo, cruzamos la plaza en diagonal mientras los cerros dejaban ver sus contornos con la sola luz de la Luna y el resplandor de las lejanas luces del pueblo. Es miércoles 31 de agosto y el frio no es todo lo cruel que imaginamos, los perros andan aburridos, cruzando de costado las angostas callejuelas, mientras los cartelitos de empanadas anuncian cual es la comida más buscada. Entramos a un restaurante, también hay comedores y lugares donde uno puede pedir empanadas y llevárselas a la plaza, pero eso es mas para el medio día. De noche mejor es sentarse a comer algo calentito que abrigue y oír, si se puede, algo de música linda. No se pudo. Los tipos que cantaban eran dos, muy poco afinados, más bien eran persistentes en lo suyo. Al entrar percibimos un humo blanco que olía a algo que a mí me era conocido. Y si yo de pequeño (9 años de edad) había sido monaguillo, entonces aquello era incienso. Acá se cruza la religión católica con las creencias mas paganas existentes y lo más ancestral de la tierra, que ya es mucho decir. Festejaban algo que no comprendimos, lo cierto, lo real tangible era que al rato estábamos llorando de lo lacrimógeno que aquello se había tornado, encima el chango este se empeñaba en decir que “la sal es muy pesada y que las mulas se cansaban rápido” haciendo referencia a la letra de la Zamba del Minero. Yo que para las matemáticas no soy muy ducho y que la destacada labor mediática de Adrian Paenza poco ha podido hacer al respecto, calculé que 100 kilos de sal pesarían lo mismo que 100 de batatas, entonces cuando el llanto y el canto fueron insoportables nos fuimos al carajo. Antes de eso Pao se había puesto detrás de una puerta que conducía al baño de mujeres y al salón comedor, todo el público la veía. Eso, lejos de ser un impedimento o un llamado a la compostura social, pareciera ser que la convoca al ridículo. Tras el vidrio que la mostraba desde su cintura hasta su cabeza Pao parecía bailarme a mí, cosa que me causó gracia porque era obvio que no lo hacía seriamente, hasta que descubrí para mi asombro que todo el mundo la veía en aquel acto que no fue el primero ni será el último, ahora que Tocho, según parece, también la acompaña en esas lides. Irse fue lo mejor.
Al día siguiente la ventana de la hostería mostraba brillante el filo escarpado de la montaña, desde la cama esa imagen quedará, por su repetición diaria de cada amanecer, guardada por mucho tiempo, como si ese registro diario fuera un bálsamo ante cada embotellamiento urbano, suficiente razón para llegarse hasta allí. Y siento que esos lugares son sitios para compartir, creo que los que no han ido deben ir, y deben hacerlo porque todo está al alcance de la mano y en una instancia de lo espiritual que el paisaje predispone. Entonces la calle ahora esta empolvada, la iglesia y el algarrobo están ahí formando esa esquina embrujada donde cada mañana tendremos la mejor luz para ver el cerro de los Siete Colores en primera fila; y desde donde cada tarde veremos el sol ponerse a las 18.40 Hs, luego el amarillo del sol retirándose se posará sobre la rojiza formación rocosa que pareciera ser el sitio de donde se ha sacado todo el adobe con el que se ha construido esta ciudad y las vasijas del mundo. Las cholas conversan sus cosas, nosotros miramos en paz el cielo perplejos, vemos niños hermosos que hablan tan graciosamente, recordamos momentos que ya hemos vivido ahí mismo años atrás, imaginamos en qué contexto tan distinto se crían estos pibes, vemos pasar tanta gente que es difícil no encontrar algo de qué reír, los extranjeros compran compulsivamente y los jubilados en tour son arreados como cabras por sus pastores, quizá con algo menos de cariño. En esa esquina la huida del sol marcara el exacto instante en el que ponerse un sweter es lo mejor.
En la segunda noche fuimos a una peña, habíamos estado antes allí y recuerdo que también Pao había hecho algo que me había avergonzado años atrás, nada grave, algo como lo de la noche anterior. En algunas cosas ella me avergüenza y como se da cuenta, mas las hace. Estos músicos eran buenos, comimos bien, cantamos, bailamos unas chacareras luego de hacer un taller improvisado de danzas entre las 15 personas que éramos. Pude comprobar malamente la diferencia entre bailar una chacarera en la planicie santiagueña y lo ingrato de hacerlo en los 2.206 metros de la altura purmamarqueña. La sensación es que el corazón te va a salir por el pie en el próximo reboleo del zapateo y que el corazón jamás retornará al tamaño ni al ritmo normal de un tipo que paga sus impuestos y que tiene sus cuentas al día. Y si uno cree que tomar cerveza mejora las cosas, eso sólo trabaja a favor de incrementar el ahogo. Pero nada dura demasiado así que al poco tiempo todo vuelve a la normalidad y después de todo bailamos unas chacareras más.
Al día siguiente, luego de una siesta reparadora, bajamos a la plaza durante una tarde más calurosa que lo acostumbrado para esta época del año. Más bien se parecía mucho al calor que sufrimos en los peores días de Enero. Tal vez sólo para comprobar que el tiempo dura más en Purmamarca, llegaban hasta ella un puñado de muchachos con trajes negros, no ese tono del negro de Said, si no en ese negro artificial de la tela sintética; chicas con vestidos de falda corta, señoras con ropas que no usaban hace años a juzgar por cómo les sujetaban los elásticos las carnes endebles, muchachas que no llegaron a comprender nunca lo poco articulable que son la idea de taco aguja y Purmamarca. Esos tobillos que van como torcidos en la lateralidad de la pierna, apoyándose no sin peligro de esguinzarlos hacia afuera. De ahí a la amputación del miembro hay sólo un paso. Dudábamos de si sería un casamiento, un bautismo o una confirmación masiva. A las 17.30 Hs se inició la ceremonia a la que asistimos sin estar inscriptos, pero ocurre que el cura había instalado unos parlantes como para un recital de Hermética y así la ceremonia se oía desde cualquier punto del pueblo. La celebración tenía un coro que desentonaba como Lito Nebia, una catequista que trataba a los muchachos como conscriptos indisciplinados y el curita del pueblo que cebado como una fiera se tomó dos horas y media para el desarrollo de todo este compendio de sin sentidos. Será que el chango se dijo así mismo “ya que lo arrancamos con este caloraso, sea que lo terminemos en noche fresca” y así fue. Entre tanto corrió un termo de mate en esa esquina ya descripta, ahora ventosa como nunca, hicimos varias fotos robadas a Said para dar cuenta de la Globalización y hasta una cerveza con papitas al borde de la plaza que por un rato largo se convirtió en la Piazza San Pietro para asistir a la confirmación más larga de la historia de los Pueblos Originarios, mientras los pueblerinos iban entornando las ventas y las puertas para dar paso al sosiego nocturno.
Pero por si quedara margen para destronar a la música de Purmamarca, en la ultima noche fuimos a otra peña sin saber que habíamos estado en la cresta de la ola sin percibirlo. Entramos a una peña de la mas típica del lugar. El publico era escaso para un sábado por la noche y tan frio como desconocedor del ambiente folclórico, ese tipo de público que aplaude ante cualquier tipo de silencio, como si en la música no pudiera haber otra cosa que cantos y sonidos, que no ríe cuando debe ni cuando no debe. La cantante era una especie de Moby Dick quebradeña, conjuro extraño o mítica figura, la gorda borracha tenía el cuerpo de  Mario Ledesma, pilar de Los Pumas. La voz era semejante a la del Coco Basile pero su caudal era el de Pepito Cibrián (o Juan Carlos Mareco) después de leer “Marica”, y tenía la presencia escénica de Claudio Morgado. De toda esa mezcla es curiosísimo que no salieran aplausos, un garzo, un botellazo, insultos o todo eso junto; algo que diera la mínima señal de que las 20 personas que estábamos allí dentro estábamos con vida. Pienso que el público no fue silencioso por respeto, y juicio musical, más bien creo que era absoluta sorpresa por el Anfibio Coya.
De todos modos uno fue allá para vivir todo esto y para todo lo que el lenguaje no puede transitar o retratar en palabras articuladas. Fuimos para querernos y mimarnos, para sentarnos y trascurrir todos los segundos demas que le caben a un minuto en Purmamarca. Nos fuimos para reafirmar amores, ese mismo que cada día se entreteje en La Plata de una manera tan sofisticada y que en algunos lugares asume la singularidad de la sencillez; fuimos a corroborar que todo es lo que soñamos en tanto y en cuanto dependa de nosotros y nuestra disposición para que ciertas cosas sucedan. Fuimos a constatar que la belleza de la felicidad es una esquina con un cerro al fondo y un viento que pasa no tan manso mientras el Dios Coquena, en medio de los cerros, le susurra a los rebaños de Vicuñas que son las seis de la tarde y que la noche se está viniendo, que ya es hora de regresar y mejor es ir volviendo.

Se termina la dura semana
y yo sé bien que mañana
no tengo que trabajar
pero al despertar
le pediré al Dios puneño
que la luna alumbre siempre siempre más...
Coquena, Coquena
sos el dueño de toda la puna y del amor
de la luna que nació para alumbrar.

17 ago 2011

Tela para cortar; sobre el por qué de la apoyatura masiva


Por Nacho Fittipaldi
La imagen más fuerte que tengo guardada de Cristina es cuando en medio del funeral de Néstor se bajó del auto y le ordeno a la custodia policial que no le pegaran a las personas que se tiraban encima del coche fúnebre: http://www.youtube.com/watch?v=PnDvojYsu18
Hace un mes y medio atrás me permití afirmar que el cierre de listas Kirchneristas no era ni tan anti-PJ como los neoperonistas intentaban mostrar (Morales Solá, Ruiz Guiñazu, Castro y Leuco) y que finalmente un estratega debe saber con cuales soldados piensa afrontar una disputa. De ello depende mucho su éxito, su gloria, e incluso la singularidad de una posible derrota.

El 50% de votos que Cristina ha cosechado en esta primera vuelta es su piso electoral, no su techo. Ese piso es la resultante de un proceso iniciado en 2003, incluye las conquistas primeras y heroicas de Néstor, más tarde las conquistas propias y también los errores ajenos. En las conquistas propias hay que incluir aspectos que hablan de gestas y de heroísmos. De Evita a Cristina, los argentinos no estamos acostumbrados a admirar a las mujeres-políticas-argentinas. De ahí su denominación de puta o yegua. Las mujeres ocupan otro lugar y a los hombres las mujeres se nos vuelven madre, y ese es su lugar, nuestra representación de mujer. En cambio Cristina es heroica. Y lo es porque ha podido sobreponerse al pulso político de su marido una vez que él murió, una inercia nada menor y nada despreciable. Quiero decir, da la impresión que la Cristina de hoy es más autentica que la de 2009. Esto no le quita meritos, ni intenta obviar (como sí hacen muchos defensores acérrimos del gobierno que constantemente evocan al Flaco, como si él gobernara desde el cielo) todos los logros que se han conquistado durante el mandato de Cristina. Finalmente esta mujer es la misma que se lucia sola en el Senado de la Nación cuando aquél era sólo un desconocido gobernador, alto, raquítico y con un ojazo chanfleado.
Las gestas y lo afectivo de un pueblo siempre se dan en la calle, ese es el contorno natural del fenomeno; nosotros como pueblo hemos reconquistado la calle. Esto se pudo ver claramente en los festejos del Bicentenario, se ve ahora en Tecnopolis, por donde ya han circulado dos millones de personas. Y también, por qué no, en el velorio lluvioso de Néstor. Jamás olvidaré la manera en la que abrazamos la tristeza con Martín en aquella despedida dolorosísima en la esquina de Alem y Teniente Juan Domingo Perón, frente al Correo Argentino. Desde ahí vimos pasar el cortejo fúnebre mientras Bs.As nos vomitaba toda su humedad y un obrero desde la altura de un andamio en el correo hacía flamear la bandera Argentina ¿Hay algo más potente que esa imagen?
Cristina le habla directamente a ese pueblo, por eso no hay medio de comunicación que pueda mediar entre ella y nosotros, esto no refuta la necesidad de poner en marcha la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, simplemente intenta reflexionar sobre fenómenos recientes y encuadrar las cosas en contextos más o menos objetivos. Entonces articula conquistas políticas de importancia suprema (política sociales y de ingresos, política regional, reconfiguración del Estado Nacional, recuperación del mercado interno) y suma apoyaturas de lo que se desprende como consecuencia de esas políticas sobre la población y suma también lo que la viudez puede generar en cualquier persona sensato. Pero el éxito de Cristina no es meramente un triunfo electoral. Es una victoria que se sostiene desde lo político pero mucho más desde lo afectivo. Ella es la única que puede decidir, darnos (o no) la ilusión de creer que se puede profundizar e institucionalizar este modelo parcialmente desarrollado. ¿Se imaginan si la correlación de fuerzas y las condiciones históricas permiten que Cristina tome la decisión de ponerle un impuesto a la renta extraordinaria, y si modifica la Ley de Entidades Financieras, y si se subsidia a los usuarios de transporte público y si nos concentramos en la consolidación de cuadros políticos y si sale una ley de aborto gratuito, publico y universal, la felicidad que se replicaría sobre el pueblo? Pero además de su impulso político Cristina es la imagen redimida del hombre común, y por eso su sola imagen es esperanza. Porque ha sido capaz de salir de los peores lugares en donde la vida pone a cualquiera de nosotros; hablo de la pobreza y la soledad, hablo de la injusticia y la tristeza humana, de la desilusión y la esperanza de creer, lo mismo que cualquier mujer común y corriente puede generar, se ha recompuesto como cualquier otra mujer lo hubiera hecho. Esa sencillez que ella no tiene sólo complejiza la ecuación pero no la diezma. Cristina es una mujer comúnmente descomunal que hace política y en esa hechura nos ahija a todos, como una fiera salvaje que cuando la hieren responde por sí y por todos los que la bravuconada ha interpelado.
El resultado de la elección hay que leerlo así: 50% a 0,  es su piso.

2 ago 2011

Salon 111 o las viejas de sesenta


Por Nacho Fittipaldi
Por esas cosas de la vida hoy, 2-08-11, volví al Ministerio de Seguridad pero en representación de mi otro trabajo, el de educación. Con motivo de una reunión interministerial, llegué hasta allí con la sensacion de conocer cada recoveco de aquel aciago edificio. ¿Esta demás aclarar que yo iba sólo a escuchar? Por las dudas aclaro, yo iba sólo a escuchar. La reunión estaba pautada para unas impuntuales 14 Hs.
En la sala de reuniones, ese lugar que yo conocía de ver sentados allí a la azulísima cúpula policial, decidiendo en general cuestiones que afectaban a gran cantidad de personas sin que se resolvieran los problemas de nadie, ahora esa misma sala estaba completa de mujeres que en general pisaban mas los cincuenta o sesenta años, que los cuarenta que aun estoy lejos de alcanzar.
Me presenté junto a mi compañero Pablo y tomamos asiento en las mismas sillas que años atrás. Seguíamos esperando que aquel “Salón 111” como se lo llama, se completara con los otros miembros de la comisión que aún se desconocen entre sí. Hola. Hola que tal. Mi nombre es Ignacio. El mío Silvia. Yo me llamo Pablo. El mío Turquesa. Yo soy de Desarrollo Social. Hola. Hola que tal. Por esas cosas de la vida yo quedo de espaldas a la puerta de ingreso, mi compañero algo más cerca, junto a él una muchacha  que quizás se llame Cristal, queda exactamente a un metro de la doble puerta de acceso al Salón 111. Mientras la reunión se iniciaba por un camino de presentaciones formales yo veía por el rabillo de mi ojo, llegar a un hombre con mucha dificultad al caminar. Digamos que parecía más un discapacitado que un hombre con capacidades diferentes. Morocho él, llega acompañado de un muchachin que lo ayuda a abrir la puerta y a dar el primer paso para quedar adentro del Salón 111, veo que lo abandona allí mismo, nada ha sucedido de extraño y Silvia, que dirige la reunión, continua protocolarmente hasta que el morocho se desploma en lo que debería haber sido el segundo paso dentro del salón 111; en un segundo se fue a pique (pique corto por lo demás porque el hombre es bajito) como si el pastel de papas que tal vez ha almorzado se le hubiera transformado en cien kilos de cemento, todos depositados en sus piernas. Se cae redondo al piso y yo no atino a nada como ya es costumbre en mí, ante cualquier emergencia. Mi principio sería: Ante todo, abstenerse. Alguien grita, “No lo toquen, no lo toquen”, como si el pobre hombre fuera epiléptico y no discapacitado motriz. Yo aprovecho un poco la confusión y me alejo del caído  ya que mi compañero, la mujer que estaba junto a él y un gordito pipón que se apeó de la silla, están junto al morochazo, están recogiendo al hombre del suelo que ninguna energía tiene en el tren inferior. El hombre llega a decir, “Qué manera de empezar eh, cómo me presenté, la pucha”. Nadie ríe. Ha sido triste la caída y nos ha puesto a todos al desnudo, yo permanezco de pie como para que quede claro que mi vocación de socorro es  linealmente opuesta a mi desenvolvimiento efectivo como socorrista. Como se puede la reunión se reencauza.
Cinco minutos más tarde, cuando yo ya sé que nada aportaré a esa reunión, llega otra vieja del club de los sesenta, somos cuatro hombres y dieciseis mujeres, saluda en voz alta, supongo que es alguien conocida, escoge una silla al azar y de repente el mismo ruido que cinco minutos antes al entrar (por decirlo de algún modo) el morochazo. Brrrrrruuuuuummmmmm, ¡zambomba!, la gorda esta en el piso. Se ha caído de culo aunque su brazo intenta dejarla colgando de la mesa ridículamente, muy lejos de la elegancia de los escaladores que logran sujetar todo su cuerpo al montón de dedos aferrados como una esperanza sensata, en algún pliego extraño de la piedra en la montaña. Ahora hay algo de risas, alguien dice algún comentario perdido, el absurdo ha ganado la sala y todos nos distendemos un poco. La gorda se ha levantado sola y ello muestra que la discapacidad es un gran afluente de lastima.
Diez minutos más tarde entra otra vieja, quedan pocas sillas, alguien le dice, “Ojo que las sillas están flojas eh”, la señora desoye el consejo con una autosuficiencia envidiable y simula que muy interesada sigue el hilo de lo que Silvia está diciendo. Eso es imposible, esta señora ha llegado media hora más tarde que las 14 Hs iniciales y diez minutos más tarde que quien ha tomado la palabra inicial. La señora es alta y da la impresión de ser fumadora, su color de pelo es algo rojizo y además la vieja da la impresión de ser de esas señoras que usan un fósforo y lo guardan quemado dentro de la cajita y que sacan cera de sus orejas con el dedo para luego olérselos con toda la impunidad del mundo. Escoge una silla al azar, azar pequeño dado que quedan sólo tres sillas, continúa en ese intento de simular que escucha atenta y brrrrrruuuuuummmmmm, ¡zambomba!, la vieja presumida está en el piso, alguien le dice, “Te dije, cuidado con las sillas”. Todos ríen, nadie amaga a ayudarla, está muy lejos de mi posición en la mesa, lo cual tan tranquilo me deja, reímos todos, todos sentados, ella en el piso, intenta ponerse de pie, el discapacitado ríe también y por una vez en la vida el Ministerio de Seguridad es el lugar más igualitario del mundo.

7 jul 2011

Tensar la Cuerda

Por Nacho Fittipaldi
Al cabo del cierre de listas la lista de heridos es larga. Los hay de muerte y otros sólo sangran. El Neoperonismo encabezado curiosamente, no por peronistas sino por periodistas (Eduardo Feinmann, Luisito Majul, Joaquín Morales Solá, Julio Blank, Magda Ruiz Guiñazú y Alfredo Leuco, sólo por nombrar algunos) dice que el destrato y el mal pago a ciertos dirigentes del PJ “tradicional” es inaceptable y no tiene parangón. Es curioso que ellos estén tan preocupados por las prácticas metodológicas de un partido al que no están afiliados y al que en verdad aborrecen.
De este lado del rio, cabe decir que algunas cuestiones mencionadas por el Neoperonismo generan entusiasmos y algo de preocupación. Empecemos por lo segundo.
Riesgos. Tal cual lo sucedido durante la discusión de la Resolución 125, la manera en que se confeccionaron las listas como el dispositivo por el que los interesados se enteraron que estaban afuera (y afuera es, afuera de todo o en un lugar de la lista poco convincente, según la representación de sí mismo que cada dirigente tenga sobre sí, Julio Piumato por ejemplo no aceptó el lugar que le habían asignado) genera cierto alineamiento hijo de la tirria, entre actores políticos que no necesariamente están alineados y que el cierre de listas podría aglutinar. En 2008 fueron la Sociedad Rural, CRA, Federación Agraria y CONINAGRO conformando la Mesa de Enlace, hoy podrían ser los heridos de la CGT y otros dirigentes “tradicionales” del PJ que pululan amenazantes y refunfuñando como Goc y Mc Goc, aquellos enanos gruñones de Marechal en El Banquete de Severo Arcánjelo, jugando a ver quién llora mas. La coyuntura no es la misma, pero hay una lógica que esta presente ayer y hoy.
De aceptar ese hipotético escenario, o alguno semejante, la pregunta que cabría hacerse es si Cristina y Zannini son lo suficientemente torpes como para dejar tanta gente de garpe y, en tal caso, si era necesaria la confrontación. La respuesta podría ser: depende de lo que se quisiera hacer a partir del 11de diciembre de 2011. Esta respuesta abre la segunda cuestión, la del optimismo.
Me rindo ante el dialogo que extraigo de la novela de Jorge Asís, Los Reventados (1974). Este diálogo ocurre en Ezeiza el día que Perón vuelve a la Argentina:
-          ¿Así que hay tiros por el lado del palco? -preguntó Cristóbal.
-          Dicen que sí -Rocamora.
-          ¿Quiénes son?
-          Entre ellos -Rocamora-, los giles que se pelean por la Patria Peronista o por la Patria Socialista. Una discusión de putas, hay que dejarlos, con el que gane me prendo.
Este diálogo ordena hacia adentro de este gran movimiento que es el peronismo dentro del cual el kirchnerismo es una expresión (inicialmente) coyuntural de alcances insospechados y que justamente por ello, y no pese a ello, toma cautela sobre una regla de oro del peronismo: la dirigencia va con el que más probabilidades tiene de ganar y no necesariamente con el que mejor lo representa ideológicamente. Cristina parece haber confeccionado las listas teniendo en cuenta lo segundo más que lo primero. ¿Quién podría cuestionarla por ello? 
Optimismo. Sí hay razones para ilusionarse ellas provienen de creer que este modelo debe ser profundizado y que con un sentido estratégico estas listas han sido pensadas en tal sentido. Uno supone que ha habido un punteo, nombre por nombre, de qué diputados y senadores entrarían y cuales se están yendo bajo el gran paraguas de una rotunda victoria el 23 de octubre próximo. Una suma y resta de cómo quedaría conformado el Congreso de la Nación y cómo se alcanzaría el número para el quórum propio en ambas cámaras. Si ello es así, no es sólo porque Cristina no quiere repetir episodios como el que protagonizaron Carlos Kunkel y Felipe Solá, y no tanto por el vocabulario soez de Kunkel si no por lo que su insulto venia a desnudar: la traición. Traición y travestismo que al gobierno nacional lo ha castigado particularmente y con la precisión de la alevosía. Tensar la cuerda en este punto implica asumir el costo del paso dado. Tensar la cuerda es ubicar a cada uno en su lugar porque, una cosa son los aliados y otra cosa es la tropa propia. Quizás por eso va Mariotto a la Pcia. de Bs.As., por eso el petiso Ottavis y también Santiago Carreras. Ellos funcionarían como el reaseguro del kirchnerismo puro en el equilibrio inestable de la siempre pendular legislatura bonaerense. Colaboraran en la búsqueda del tan mentado trasvasamiento generacional. Todo esto implica otro gran riesgo en sí mismo. De un lado, la posibilidad de quemar las naves antes de tiempo; del otro, que se obture el proceso de incorporación, conformación y consolidación política de cuadros. Incluyo en el análisis la llegada de La Cámpora al Congreso de la Nación. El desafío es corroborar qué tanto puede articular esa juventud, no tan joven, en relación a la enorme expectativa generada. No obstante lo cual, el optimismo es alto.
Si en algo han sido grandes Néstor y Cristina ha sido en marcar el trazo grueso, esa la línea de costura por donde la política terminó, luego de 2001,  abrevando nuevamente en el pueblo. Si algo debemos asumir es que lo que queda por hacer para profundizar el modelo se va a hacer si, en ese tensar la cuerda, todos los actores políticos de fuste que han acompañado hasta aquí, deciden seguir haciéndolo en el lugar y desde el lugar que Cristina les ha asignado. Dentro o fuera de las listas. Esa disposición de fichas es riesgosa e implica asumir un costo que sólo es compensable si, como hasta ahora, Cristina decide gobernar para el pueblo, comunicándose directamente con él sin intermediarios y dándole vigencia diaria a ese sentimiento que sólo ella genera y que va de la admiración a la devoción, del llanto más sentido al afecto más cotidiano.